Mi nombre es Karina, tengo 32 años de edad y soy licenciada en Turismo, actualmente trabajo de contralor y mi nivel socio económico es medio. Estuve viviendo en unión libre con un hombre de 34 años y que trabajaba de botones, no tuvimos hijos.
Puedo decir que mi infancia fue feliz, mi papá me enseñó a trabajar desde pequeña, me inculcaron ganarme el dinero por mi trabajo, en ocasiones tuvimos carencias, pero salimos adelante. Si llegué a vivir violencia porque mi papá golpeaba a mi mamá, pero yo los seguía queriendo.
He tenido cuatro relaciones, pero las primeras tres fueron muy cortas, en realidad, todo normal, no hay mucho que decir al respecto, pero de la que te hablaré es de la última, la cuarta relación que tuve, la cual duró 11 años.
Desde el principio, cuando iniciamos el noviazgo, fue muy celoso, se enojaba de todo, también era muy posesivo, pero no le hacía mucho caso. Aún así nos juntamos. Después de unos meses, empezó a tomar mucho y a drogarse, ya lo hacía antes, pero ahora con mayor frecuencia, de alguna manera yo lo miraba normal, porque ciertas cosas ya las había vivido en mi familia, no me parecían extrañas, pero sí lo eran; siempre pensaba que se la pasaría y dejaría eso, pero no fue así.
Aunque al principio no me parecía extremo, ya sufría de violencia verbal, me insultaba de todo, hasta que empezó a golpearme, a patearme, me tiraba al piso y ahí me pegaba; aguanté mucho, siempre lo terminaba perdonando, sentía que no podía estar sin él.
Nunca me pidió perdón directamente, no reconocía del todo lo que me hacía, siempre decía cosas como: es que tú también como te portas, mira lo que hiciste, etc., me culpaba de alguna manera por todo lo que me dañaba.
Me fue infiel muchas veces, muchos me lo decían; él duraba hasta una semana en ir a la casa, una vez respondí su celular y era una de sus mujeres, no podía revisar nada del celular porque lo tenía con contraseña.
Un día, tirada en el piso, me golpeó tanto, andaba drogado y borracho; ese día, no pude levantarme por buen rato, me dejó los ojos morados, todo el cuerpo con dolor... fue cuando dije: ¡ya no más! no sé cómo le haré, pero no estaré más con él, esto no va a cambiar.
Hasta ahora, sigue rogándome que regrese con él, me dice que me extraña, que me ama, se disculpa porque me puso el cuerno, que me necesita, yo solo le digo: no te creo. Lo perdoné muchas veces, pero siempre seguía igual.